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LA OVEJA EXTRAVIADA

La Escalera de los Santos

La Escalera de los Santos
METODO: LA LECTIO DIVINA

La Escalera de los Santos


INTRODUCCION

El método de oración conocido como La Lectio Divina, es el ejercicio de una lectura orante de La Biblia. En La Lectio Divina muchas generaciones de cristianos han hallado la fuente de su fe en la Palabra de Dios, guiados por la experiencia de antiguos monjes peritos en la vida del espíritu.

Este Ejercicio de oración parte siempre de un texto de la Sagrada Escritura. La selección de la Lectura se encuentra sugerida al comenzar cada una de las meditaciones; sin embargo, unas pocas de estas inician un párrafo que nos regala algún Padre de los primeros tiempos de la Iglesia, que es ya una reflexión asimilada de la Biblia.

La Lectio Divina suele practicarse en cuatro etapas:

  1. Atenta lectura del texto elegido
  2. La Meditación
  3. La Oración
  4. La contemplación

 

1. ATENTA LECTURA DEL TEXTO ELEGIDO

Hecha con un espíritu de honda reverencia, por acogerlo como la Palabra de Dios que nos habla. Cosechamos cada detalle, pues no hay uno solo que no sea inspirado por el Espíritu Divino. Por ello cada pormenor esta lleno de sus secretos más íntimos, que necesitan un silencio de todo cuanto no es su voz, para poder escucharlo. Debemos leer el párrafo con pobreza de espíritu, sin ideas preconcebidas que pueden perjuiciarlo, ni imponerle un significado que no sea el suyo sino que parta de nuestros intereses o prejuicios; con la sencillez de un corazón abierto aun en pasajes ya conocidos, seguros de que la riqueza de la Palabra Divina es tal, que nunca llegamos a agotar lo que quiere decirnos.

Para que esta primera lectura sea fructuosa, nos fijamos en cada verso del párrafo, en las personas que hablan, que dicen y como presentan la verdad que desean comunicarnos. Luego nos esforzamos por juzgar cuales detalles son más básicos y cuales complementarios.

Comparamos lo que en ese pasaje se nos dona, con otras partes de la Biblia, semejantes o paralelas; porque no hay mejor comentarista de la Palabra de Dios que el mismo texto sagrado: Unos pasajes mas se iluminan por otros, siendo todos inspirados por el Espíritu, que por nuestras ideas ajenas a la Escritura. De otro modo no escucharíamos lo que Dios quiere decirnos, sino que nos leeríamos a nosotros mismos.

Para compenetrarnos mas íntimamente con el fragmento que meditamos, conviene incluso situarnos en un espacio interior que nos meta en la atmósfera y el ambiente propios del texto.

Para eso sirve la Composición de lugar, que colabora a que captemos con todo nuestro ser, incluida nuestra capacidad de imaginar, la riqueza interior del escrito. Suele además ser muy útil buscar en la parte leída una frase o palabra central que la resuma y que, recordada aunque sea fugazmente en breves momentos dispersos del día, nos haga resonar a cada momento lo aprendido, hasta que lo hayamos digerido como un valor para la vida.

 

2. LA MEDITACION

Es un poco más cercana al estudio, sin que se convierta en una investigación del intelecto. La Lectio Divina no tiene  el mismo fin que una lección escolar, sino la asimilación de la Palabra Divina en la vida del espíritu. Sin embargo, el saber es sin duda una parte de nuestro ser humano.

Para este segundo ejercicio pueden ser útiles las tres partes en las que se ha divido cada una de las meditaciones. Se trata de entender la Palabra de Dios, primero en lo que ella misma quiere decirnos y luego en la guía que ofrece a la existencia. La meditación escudriña como esa Palabra de Dios se halla presente en el caminar diario, en las minucias de la rutina cotidiana, en el impulso social de nuestro ser que nos lleva a formar la comunidad y en el servicio a nuestros hermanos.

Es muy útil este propósito examinar nuestra conducta, frente a frente de la Palabra Divina. De ese modo estamos a tiempo para corregir el rumbo, antes que Dios nos juzgue por Jesucristo, tratando de mirar nuestro interior con los ojos de Dios mas que con los nuestros y de amar con su corazón por sobre el impulso a dejarnos llevar por los deseos humanos.

 

3. LA ORACION 

A la que  el paso anterior se dirige. Orar no consiste tanto en repetir muchas palabras, cuanto en abrirnos a que el Señor actúe en nosotros. Mas en nuestra pequeñez, no podemos acoger de golpe toda la acción de Dios en nuestra vida.

Necesitamos irla recibiendo a pasos cortos y muy modestos. No se trata de multiplicar las peticiones, sino de permitir a Dios entrar en nuestro interior para transformarnos según la Palabra  y enderezarnos la existencia hacia donde. Él lo haya elegido. El punto de partida queda sugerido en la Petición. No se trata de poner limites al Señor, sino de no divagar por todas las rutas.

A partir del breve resumen del fruto que se busca, la petición debe encauzarnos por varias etapas de apertura: Al  examinar el estado de nuestra conciencia acerca de su actitud interior ante esa obra de Dios, nos convertimos de lo que no sean sus caminos sino los nuestros, para volver a sus sendas. Le rogamos que sea Él quien nos acompañe como guía. Le damos gracias por los dones que en relación con esa Palabra suya nos ha dado. Y finalmente le abrimos el corazón en ese aspecto que El ahora nos ha enseñado, para que acoja su voluntad sin reserva.

 

4. LA CONTEMPLACION

Es él término al que se dirige este ejercicio del espíritu. Contemplar la Palabra de Dios es un medio de hacer crecer en nosotros su inteligencia y la fe de nuestra respuesta a ella. No se  trata aquí de un místico salir de sí.

Seria pretencioso de nuestra parte buscar una gracia que el Espíritu concede muy rara vez y a quien quiere. La oración extática ha sido un don reservado a muy pocos santos. En este caso nos  referimos al reconocimiento sencillo, sereno, de cuanto el Espíritu del Señor ha realizado en nosotros mismos, en la Iglesia y en la Comunidad. Consiste en tener ojos para descubrir su presencia activa en nuestra existencia.

El Catecismo pone la contemplación como la meta de la oración, incluso litúrgica y describe así este ejercicio. “La contemplación es mirada de la fe, fijada en Jesús. Esta atención a Él es renuncia a mí”. Su mirada purifica el corazón. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña  a ver todo a la luz de la verdad y de su compasión por todos los hombres. La contemplación dirige también su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende así el “Conocimiento del Señor” para amarle  y seguirle.

San Ignacio de Loyola ponía como una meta de la vida en el espíritu, llegar a ser “Contemplativos en acción”. Esta expresión puede significar dos actividades:

  • En primer lugar, saber contemplar la acción del Espíritu en todas las cosas, en todos los eventos de la vida, en cada instante.
  • En segundo lugar, aprender a contemplar esa presencia del Espíritu mientras nosotros mismos realizamos nuestras actividades de cada día. Aquí ya no hay preguntas y respuestas, reflexión o estudio, sino un mirar con la Luz del Espíritu, para recrearnos con su obra: “Un saber que es Él quien actúa, para sentirnos por ello en paz y llenos de esperanza

 

COMENTARIO

El estudio de la Biblia es una oración. Antes de leerla, por unos instantes ten sed de su Palabra. Cuando leemos con sed, El Señor nos inspirara.

Repite mentalmente cualquiera de estas oraciones (cinco o seis minutos).

  • Señor Jesús, dame Tu palabra.
  • Señor Jesús, dame Tu mensaje.
  • Señor Jesús, revélame Tu plan para mí.
  • Señor Jesús, háblame.

Mientras leamos la Biblia es conveniente marcar y anotar las palabras que nos atraen. Luego, el Espíritu Santo nos recordara estas palabras en el momento apropiado y por medio de ellas Dios nos guiara.

La Santa Biblia esta llena de las promesas de Dios. Apréndelas. Aprende aquellas promesas que han influido en ti y aguarda con esperanza su cumplimiento. Dios entrara en tu vida a través de ellas.  

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